La vida que dejó el joven de Puerto Montt

La sombra de José Huenante

Por Alejandra Carmona/La Nación Domingo - 22 de marzo, 2009

Hace más de tres años que nadie sabe de él. La última vez que lo vieron fue dentro de una patrulla de Carabineros. Tres policías están formalizados por su secuestro y su familia cree que si aún no hay responsables claros es porque son pobres. Esta es la historia de un adolescente de 16 años que un día salió de su casa y nunca más volvió.
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Fotografía: Francisco Negroni

La espera.- María Huenante, tía de José, y Víctor, su hijo, leen cada información que se publica en la prensa. // Francisco Negroni

Su dormitorio está como lo dejó. Ni un lujo: sólo una cama y el televisor IRT de 21 pulgadas que compró con el primer sueldo que ganó ordeñando vacas.

En la pieza no hay nada que revele qué música le gustaba, si era fanático del fútbol o los planes que tenía después de la noche que desapareció.

El recuerdo de José Huenante Huenante es una sombra.

"¿Está segura que estudió acá? Es que todos siempre recordamos a los buenos y a los malos alumnos, pero no a los del medio", dice Rudy Karachón, director de la Escuela Los Ulmos, en localidad de Los Muermos, a 110 kilómetros de Puerto Montt.

En una de esas salas que no sobrepasan los 35 alumnos estudió José de primero a quinto básico los únicos cursos que hizo , pero el director sólo se acordó de él cuando releyó los libros de clases.

"Su promedio era un 5,0. Como le digo, no tengo nada más que agregar porque no lo recuerdo y el profesor que alguna vez estuvo a cargo de él ahora es alcohólico". En la pequeña escuela de 350 alumnos, nadie nunca vio a José.

No recuerdan su pelo negro, ni sus ojos oscuros, ni la ropa negra que no cambiaba por nada del mundo. No era escandaloso. No vagaba por las calles.

No pertenecía a ningún grupo de moda. No quería estudiar nada especial cuando fuera adulto. Su padre, José Plácido, no esperaba nada de él porque nunca lo conoció.

Su satisfacción mayor siempre fue el trabajo, aunque sólo el escogido por él. Sus peores pataletas fueron a los ocho años, cuando su tía Norma lo mandaba a buscar leña y él se negaba mañoso porque de todas las labores en el campo, ésta le parecía la peor.

Antes de su desaparición, había trabajado durante siete meses envolviendo erizos en envases plásticos de 100 gramos en la empresa Roxana, de Puerto Montt. "¿Está segura que trabajó acá?", pregunta la secretaria de la planta. Después de dos minutos aparece alguien al teléfono.

Llevo siete años acá y conocía bien a José dice Marcelo Cárcamo, un operario que compartió con el joven. Era simpático, tranquilo y trabajador.

-¿Qué más recuerda de él?

-Nada más.

La mamá de José, Cecilia Huenante, dice que la culpa la tiene el tiempo, por eso la gente no recuerda. Hay varias cosas que incluso ella ha olvidado de su hijo: su comida favorita o la música que escuchaba.

María Huenante, la tía de José, es una mujer de campo. Guarda cada uno de los diarios regionales en los que aparece la historia de su sobrino y, aunque a veces no entiende todo lo que dicen porque lee con dificultad, no se ha cansado de golpear puertas. Lleva más de tres años en lo mismo.

Medio analfabeta, sin plata y operaria de una fábrica de productos del mar. Sollozando, tan claro como puede, con su acento sureño, lanza su tesis y su súplica por teléfono: "Que los carabineros se pongan la mano en el corazón, que digan dónde lo dejaron. Que hablen porque ellos también tienen hijos".

La última pista

Cedula de Identidad de Jose Huenante José Huenante Huenante tenía 16 años cuando se lo tragó la tierra. Era la madrugada del 3 de septiembre de 2005. Según testigos, él junto a otros jóvenes tomaban alcohol en una de las calles de la población Mirasol de Puerto Montt, cuando apedrearon a un vehículo de Carabineros y éstos les devolvieron la mano.

Según los mismos testigos, el radiopatrullas 1375 de la Quinta Comisaría, un Nissan V16 con los colores institucionales de Carabineros, detuvo al menor. Pablo es uno de los adolescentes que estaba con José. En sus declaraciones ha dicho que esa noche los carabineros realizaron una redada. Pablo corrió hacia un lado, junto a un amigo; y para el otro siguió José con dos jóvenes más.

Todos volvieron a sus casas, pero de José nunca más se supo. Dos testigos dijeron que en el auto policial se habían llevado a Huenante.

"Yo desconfío de los carabineros porque cuando fui a presentar la denuncia por presunta desgracia no la aceptaron. Me dijeron que lo buscara sola. Y mis otros hijos me acompañaron al hospital para ver si lo encontraba. Nunca nos dijeron nada porque somos de bajos recursos y ellos siempre quieren salir ganando", dice María.

Después de años buscando responsables, la semana pasada tres carabineros fueron formalizados por el secuestro y sustracción de José: el sargento segundo Juan Ricardo Altamirano Figueroa, de la Quinta Comisaría de Puerto Montt, y los cabos Patricio Alejandro Mera Hernández y César Antonio Vidal Cárdenas.

Ellos han negado hasta el cansancio haber detenido a Huenante, pero, según antecedentes de la Fiscalía, sus versiones han sido contradictorias y se acumulan 16 declaraciones que no calzan.

Las más graves: adulteración del libro de detenidos esa noche marcaron dos, pero luego enmendaron el número y escribieron uno . Tampoco cuadra la justificación de kilometrajes recorridos esa noche. Hay un vacío entre las dos y las seis de la mañana.

Los carabineros fueron dados de baja aunque siguen recibiendo sueldo por estas mismas faltas, que también fueron determinadas en un sumario interno de la institución.

A pesar que la familia de José estaba satisfecha por la labor del fiscal Sergio Coronado, el martes, el Ministerio Público presentó un escrito al Juzgado de Garantía de Puerto Montt para evaluar el tema de la competencia. Quieren que el caso pase a manos de la justicia militar.

El caso es investigado por la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones, la misma que indaga sobre el paradero de cientos de detenidos desaparecidos en dictadura.

La espera

José había abandonado Los Muermos cuando tenía 13 años, para vivir con su tía María en Puerto Montt. La misma edad a la que comenzó a trabajar. En su casa quedaron su carnet y las dudas. Antes de su desaparición, José había asistido a un partido de fútbol en el estadio Chinquihue, se había duchado y había salido a la calle.

"Él le tenía miedo a los carabineros porque ya le habían pegado otra vez, en la población Vicuña Mackenna, también estaba en la calle con sus amigos. Esa vez les pidieron los documentos y ninguno los andaba trayendo", cuenta su tía María.

Por eso la desconfianza. También por la demora del proceso y una serie de hechos que no fueron investigados a tiempo. Por ejemplo, nunca fue periciado el automóvil policial en que supuestamente trasladaron a José; cuando el fiscal Coronado dio esa orden, el automóvil ya había sido rematado, en noviembre del año pasado.

La mamá de José y sus tres hermanos esperan noticias en Quenuir, el poblado en que eligió vivir hace un tiempo para acompañar a su última pareja y padre de su hijo menor, que sólo tiene cinco meses.

En el hogar que José ocupaba con su tía, en uno de los cuatro dormitorios de la casa, todo sigue intacto. "Lo estamos esperando. Que alguien nos diga algo. Él era un chico tranquilo, bueno. Su único sueño era trabajar y trabajar y alguna vez terminar sus estudios en la nocturna".


Fuente:
La Nacion cl

 

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