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CERCO INFORMATIVO

La Mentira Mediatica en Chile

Por: Juan Andrés Lagos (Publicado: 06/02/2003)

Juan Andrés Lagos, del Partido Comunista de Chile, relata aspectos de la autocensura y manejo mediático informativo de los monopolios, tanto de la derecha como del gobierno actual de Chile. Hay que romper el cerco al pueblo chileno.
Son muchos los ejemplos que muestran que en Chile existe uno de los cercos mediáticos más severos del continente y del mundo. Y esto, que para algunos ingenuos, ignorantes y conservadores parece una exageración, sin embargo resulta ser el arma más contundente del sistema de dominación realmente existente.

En rigor, no se trata sólo de una exclusión, es mucho más que eso, y limitar las críticas al sistema mediático exclusivamente a ese factor, puede llevar a un reduccionismo que termina por defender el ingreso al sistema, a un espacio menor y no a su cambio total y cualitativo.

En estos días he tenido la oportunidad de participar como docente en la Universidad Popular, organizada en la Universidad Arcis por un grupo de estudiantes y activistas sociales. Asistieron personas que realizan diversas experiencias comunicacionales en poblaciones, colegios, tomas, barrios y comunas. Todas exponían una gran riqueza, en la base, y eran una muestra de las miles de actividades que en el mismo sentido se realizan en todo el país. Estuve también en Concepción, en La Pintana, en Huechuraba y en Quilicura, con grupos de activistas sociales y con una buena cantidad de militantes comunistas, en escuelas de formación política, pero también con gentes independientes, algunos militantes socialistas y otros simplemente activistas sociales.

A todos pregunté, en su momento, si sabían lo que ocurría en Bolivia, y que al momento de narrar esa lucha popular había ya 18 personas muertas por la represión. Nadie sabía lo que pasaba en Bolivia. Algunos tenían alguna referencia, pero nada más.

Ciertamente, era muy difícil que supieran, porque una de las palancas del sistema mediático chileno es descontextualizar para dominar las conciencias. Esto es muy concreto, nada de teórico, y significa que a través de la omisión de realidades, hechos, noticias, en fin, ideas, creaciones, se ordena a priori lo que la gente piensa y reflexiona. No es sólo por tanto la exclusión, es la omisión y la jerarquización de información y contenidos lo que finalmente impone una totalitaria forma de mirar la realidad y el imaginario social. Es, como dicen teóricos y prácticos de la comunicación, el ejercicio de hacer pensar a la gente lo que los de arriba quieren que piensen, sientan y sueñen, antes de que esas mismas gentes tengan la posibilidad siquiera de acceder a las realidades, a las ideas, a los imaginarios. Se construye y luego se impone, desde el espacio mediático. De allí proviene esa afirmación del pensamiento único, que no es sólo que unos pocos controlen a los medios. Es más que eso, controlan a los medios, pero construyen una sola forma de ver, conocer, mirar, sentir, valorar.

Sobre este punto clave hay mucho más que decir, porque afecta a las formas y acciones culturales; a las redes sociales fragmentadas y atomizadas; a las formas de hacer la política, a la mal llamada educación, en todos sus niveles; y quiebra a la sociedad entre los de arriba y los de abajo, diseminando el poder de imponer y cerrar las conciencias hasta los más profundos espacios del quehacer humano.

La concertación ha recibido un golpe muy contundente a su 'política cultural' iluminista, llena de efectos, demagógica, que algunos, muy lamentablemente, han valorado. Y ese golpe de realidad lo ha dado el PNUD en Chile, el cual ha demostrado que esa 'política cultural' oficial no ha tenido ningún efecto en aproximar a los chilenos a la creación y a los bienes culturales, dejándolos huérfanos de identidad, de sentido y significación. Esa es la lectura del PNUD de una realidad develada. Creo, sin embargo, que el asunto va más allá, la concertación ha usado las formas aparentemente culturales como método efectista e iluminista de articulación de adhesiones, de cooptación de artistas, de domesticación de conciencias, de concentración de multitudes que, en apariencia, creen reconocerse en una acción cultural que, finalmente, no les pertenece y les deja muy poco. Esto va mucho más allá de los creadores y artistas, que tienen todo el derecho de participar en estos eventos de producción.

El sistema de dominación mediático chileno opera, en este sentido, con la misma lógica de la amnesia histórica, que al dejar en la impunidad el pasado reciente, descontextualiza e impide que los chilenos puedan siquiera tener los elementos básicos para construir colectivamente su historia, su pasado y su presente. Al hacerlo, impone y obliga a sólo mirar el presente, y la vida se transforma entonces en cotidiano permanente, en un hacer, en algo que no tiene trascendencia ni tradición alguna, salvo la que el modelo ofrece, en términos de ser 'ciudadano a la medida del mercado y del consumo', en donde esa carencia existencial se busca realizar en la materialización o en la necesidad insatisfecha de ese consumo, que se impone como 'libertad individual'.

Así, esta construcción impuesta no deja salida a las personas. Y así las encierra en subjetividades atomizadas e individualistas, que ni siquiera logran romper no pocos activistas sociales y políticos que, encumbrados en cúpulas, no alcanzan a percibir estos fenómenos concretos y materiales de la subjetividad humana.

El modelo impone: Lo que veo, existe; lo que existe, puedo conocerlo; lo que no veo, no existe; no tiene sentido entonces, intentar conocerlo. Y como quien se encarga de establecer lo que se ve en primer, segundo y tercer lugar, es el sistema mediático, entonces la jaula se cierra. Es la mirada menos universal, más estrecha y culturalmente sectaria que Chile ha tenido en décadas.

Luego viene una segunda lógica del modelo: Informar, pero en forma distorsionada, es decir, construir mentiras creíbles. ¿Sabe la ciudadanía, por ejemplo, que en las recientes protestas legítimas de cesantes en Lota y San Pedro los manifestantes fueron golpeados, reprimidos, pero también se encontraron con la sorpresa de que había carabineros de civil infiltrados adentro de su manifestación?.

Claro, la TV puede mostrar 'los incidentes', hasta se puede dar el lujo de decir que hubo 'ciertos excesos', todo eso en función de construir una falacia creíble, favorable al sistema, que castiga a las protestas y premia al consenso. Pero no va más allá. Igual ocurre con el pueblo de Venezuela, con la Revolución en Cuba, con el movimiento popular en Brasil, con la lucha en Colombia, con los pueblos de Africa, con los Mapuches en Chile, con los trabajadores de Correos, con la toma de Peñalolén, con los feriantes de Los Morros...la lista es ya casi interminable.

El sistema mediático opera así, sancionando, como un mal juez. Entonces no es necesario comprobar si Chávez es o no golpista y loco, simplemente lo es. Los mapuches que protestan son terroristas, han violado la ley, deben ser castigados. Sin embargo, cuando las denuncias provienen del campo de los de abajo, entonces, si es que se logra romper el cerco, 'esa denuncia, para que sea seria y objetiva, hay que comprobarla'. En Chile llevamos treinta años, incluidos los gobiernos civiles, comprobando que hubo crímenes de lesa humanidad, intentando reconstruir historia, tratando de hacer un presente comprensible.

Hay que poner mucha más atención en estos asuntos a los que, por ser intangibles, muchas veces no se les presta la atención necesaria. En ese taller al que referí antes, en la Universidad Popular, había un joven de 16 años que, con otros jóvenes, hace un boletín en un liceo de Maipú, de 1500 estudiantes, y ellos logran reproducir 500 ejemplares. Es una experiencia emancipadora notable, de romper, de abrir conciencias, porque va de la mano de la acción social concreta. Más notable por la edad de sus creadores. Ese boletín se llama: La Puta Realidad. Comparto plenamente su título, representa una ruptura, un intento por develar lo que realmente vivimos la gran mayoría de los chilenos, pero especialmente los jóvenes, y exige un proceso de conciencia, porque se puede vivir en la mierda, y no tener conciencia de ello. O lo que es peor, se puede vivir en la mierda, siendo complaciente en alguna medida, sonriendo, para no 'amargarse la vida'. Suele escucharse en diversos círculos: '¿Cómo va ser todo malo, cómo va a estar todo tan malo?'. De ahí a caer en la trampita estúpida del 'piensa positivo', hay un paso, y bien fácil. Entonces, la propuesta es la ruptura, no queda otra alternativa.


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