Top a Julio Argentino Roca. Verdadera historia argentina

Publicado por MIL - 5 de septiembre, 2016

Lean antes de opinar....

Van a decir que fue ganarle la Patagonia a Chile y todo eso....

Pero era necesario tratar a los aborígenes como ganado?

Repartirlos como cosas?

Cometer aberraciones de todo tipo?

Próceres fueron San Martín y Belgrano, muchachos!!!


Las cautivas olvidadas

Mansilla escribía en 1869, el mismo año del primer Censo y del Código Civil. Pero ese mundo que describía estaba por desaparecer en los siguientes años.

Durante el gobierno de Nicolás Avellaneda, los intereses de esas «oligarquías» que denunciaba Sarmiento comenzaron a debatir y planificar la «solución al problema indígena». Su primera fase fue el plan de avance y consolidación de la «frontera», emprendido por Adolfo Alsina, ministro de Guerra y Marina entre octubre de 1874 y su muerte, ocurrida en diciembre de 1877.

La segunda fue la llamada «Conquista del Desierto», planificada y dirigida por el sucesor de Alsina en esa cartera y figura ascendente del ejército y la política nacional, el general Julio A. Roca.

patagonia No vamos a detallar aquí esa campaña, pero sí es necesario recordar un proceso que durante mucho tiempo fue silenciado: el de los miles de cautivas y cautivos que, tras las matanzas en los poblados indígenas, fueron llevados por el ejército de Roca a millares de kilómetros de sus tierras ancestrales, y «repartidos» entre las oligarquías con las que estaba peleado Sarmiento.

Así describía el mecanismo uno de los ideólogos de la «conquista del desierto»:

Los indígenas han probado ser susceptibles de docilidad y disciplina. En lugar de masacrarlos para castigarlos sería mejor aprovechar esta cualidad actualmente enojosa. Se llegará a ello sin dificultades cuando se haga desaparecer ese ser moral que se llama tribu. Es un haz bien ligado y poco manejable. Rompiendo violentamente los lazos que estrechan los miembros unos con otros, separándolos de sus jefes, sólo se tendrá que tratar con individuos aislados, disgregados, sobre los cuales se podrá concretar la acción. Se sigue después de una razzia como la que nos ocupa, una costumbre cruel: los niños de corta edad, si los padres han desaparecido, se entregan a diestra y siniestra. Las familias distinguidas de Buenos Aires buscan celosamente estos jóvenes esclavos para llamar las cosas por su nombre.

Evidentemente fue bajo su influencia que el ministro de Guerra de Avellaneda y principal responsable, en todo el amplio sentido del término, de la llamada «Conquista del Desierto», general don Julio Argentino Roca, puso en marcha la horrorosa metodología. Esto publicaba el diario El Nacional:

[…] lo que hasta hace poco se hacía era inhumano, pues se le quitaba a las madres sus hijos, para en su presencia y sin piedad, regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigían. aborigenes

Éste era el espectáculo: llegaba un carruaje a aquel mercado humano, situado generalmente en el Retiro, y todos los que lloraban su cruel cautiverio temblaban de espanto […]. Toda la indiada se amontonaba, pretendiendo defenderse los unos a los otros. […] y todos espantados de aquella refinada crueldad, que ellos mismos no concebían en su espíritu salvaje, cesaban por último de pedir piedad a quienes no se conmovían siquiera, y pedir a su Dios la salvación de sus hijos.

Por su parte La Prensa, en su edición del miércoles 20 de noviembre de 1878, decía:

Con excepción de cinco mujeres de avanzada edad, todos los indios prisioneros que se encontraban en el cuartel del 6 de infantería, han sido colocados convenientemente en casas de familia. En breve deben llegar al Fuerte Argentino 47 indios de lanza y 81 de chusma; los primeros serán remitidos a Martín García a fin de ejercitarlos en el servicio de la marina y la chusma será colocada en casas de familia.

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Recordemos que, según un informe oficial, sólo en los tres primeros meses de esa campaña, que se prolongaría casi cinco años más, 14.000 hombres, mujeres y niños fueron masacrados o tomados prisioneros.595 La suerte de los sobrevivientes fue su «traslado», caminando encadenados, unos 1.400 kilómetros, hacia los puertos de Bahía Blanca y Carmen de Patagones. A mitad de camino se montó un enorme campo de concentración en las cercanías de Valcheta (Río Negro).

Conquista
El colono galés John Daniel Evans recordaba así aquel siniestro lugar:

En esa reducción creo que se encontraba la mayoría de los indios de la Patagonia. […] Estaban cercados por alambre tejido de gran altura, en ese patio los indios deambulaban, trataban de reconocernos, ellos sabían que éramos galeses del Valle del Chubut.

Top a Julio Argentino Roca. Verdadera historia argentina. Algunos aferrados del alambre con sus grandes manos huesudas y resecas por el viento, intentaban hacerse entender hablando un poco de castellano y un poco de galés: «poco bara chiñor, poco bara chiñor» (un poco de pan señor).

La historia oral, la que sobrevive a todas las inquisiciones, incluyendo a la autodenominada «historia oficial», recuerda en su lenguaje:

La forma que lo arriaban… uno si se cansaba por ahí, de a pie todo, se cansaba, lo sacaban el sable lo cortaban en lo garrone. La gente que se cansaba y… iba de a pie. Ahí quedaba nomá, vivo, desgarronado, cortado. Y eso claro… muy triste, muy largo tamién… Hay que tener corazón porque… casi prefiero no contarlo porque é muy triste. Muy triste esto, dotor. Yo me recuerdo bien por lo que contaba mi pobre viejo paz descanse. Mi papa; en la forma que ellos trataban. Dice que un primo d’él cansó, no pudo caminar más, y entonces agarraron lo estiraron las dos pierna y uno lo capó igual que un animal. Y todo eso… a mí me… casi no tengo coraje de contarla.

Es historia… es una cosa muy vieja, nadie la va a contar tampoco, ¿no?… único yo que voy quedando… conocé… Dios grande será… porque yo escuché hablar mi pagre, comersar… porque mi pagre anduvo mucho… patagonia

De allí partían los sobrevivientes en una larga y penosa travesía, cargada de horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mareos, hacia el puerto de Buenos Aires. Los niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones para darles ante tanta barbarie. Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros fue obligado a desfilar encadenado por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio, un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de «dignos», «los bárbaros son los que les pusieron cadenas», y prorrumpió en un emocionado aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima festivo y «patriótico» que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso «desfile de la victoria».

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Desde Buenos Aires se los llevó a la isla Martín García, convertida en uno de los primeros campos de concentración que registra la historia argentina.

Los que no murieron de hambre, frío y enfermedades fueron trasladados nuevamente al Hotel de Inmigrantes, 598 donde comenzó lo que un diario oficialista no tenía prejuicio alguno en titular «Entrega de indios». En efecto, así lo anunciaba El Nacional, como una noticia suelta más: «Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, pormedio de la Sociedad de Beneficencia».

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Las «damas» de la sociedad pertenecían a ella y se juntaban en alguno de estos palacios para sus tés canasta con el declarado objetivo de juntar fondos para los pobres, a los que sus maridos empobrecían cada día más. En la década de 1930, el defensor de aquella clase, Carlos Ibarguren, decía:

La Sociedad de Beneficencia se ha conservado intacta en su estructura, no ha gravitado en su seno la influencia de los recién venidos, y es la única de nuestras instituciones que ha conservado en absoluto su abolengo patricio […]. Diríase que el contraste entre lo que corre afuera y lo que vive dentro de esos muros es un símbolo: esa institución es como una isla en la que se ha salvado y se cultiva la más noble parcela de la tradición argentina, mientras que por sus bordes pasa vertiginosa la corriente cosmopolita, con aluvión que está formando la Argentina del futuro.

Conquista Se había tornado un paseo «francamente divertido» para las damas de la «alta sociedad», voluntaria y eternamente desocupadas, darse una vueltita los miércoles y los viernes por el Hotel a buscar niños para regalar y mucamas, cocineras y todo tipo de servidumbre para explotar.

Las «damas» de la Sociedad de Beneficencia se encargaban de realizar este «reparto», por el cual miles de personas fueron «entregadas» y «regaladas» a familias que buscaban obtener servidumbre.

Otra edición de El Nacional daba cuenta de algunas escenas de estas apropiaciones de personas, que dejaban en letra muerta al artículo 16 de la Constitución de 1853:

Llegan a Buenos Aires los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza delante para defender a su familia.

Top a Julio Argentino Roca. Verdadera historia argentina.

Las criaturas arrancadas así a sus madres, apropiadas por los vencedores, en su mayoría tuvieron por destino el servicio doméstico en las casas «de familia» porteñas. Fueron el antecedente de las «peladitas» que poblarían las «piezas de la servidumbre» (nunca tan bien aplicado este término) de las residencias elegantes desde fines de siglo XIX y comienzos del XX.


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La literatura nacional también se ocupó del tema. Carlos María Ocantos, narra en su novela Quilito:

[…] sobre la cubierta, el montón de indios sucios, desgreñados, hediondos, como piara de cerdos que se lleva al mercado, cohibidos y temblando, por lo que ven y lo que temen; las mujeres, cerca del marido, apretando a los hijos junto a los senos escuálidos y tratando de ocultar a los más grandes bajo sus andrajos… Y un militarote, que arrastra su sable con arrogancia, procede al reparto entre conocidos y recomendados, separando violentamente a la mujer del marido, al hermano de la hermana y, lo que es más monstruoso, más inhumano, más salvaje, al hijo de la madre.
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Los cautivos eran humillados, fotografiados desnudos. Quizás para reforzar los estereotipos que se crearon sobre ellos que intentaba justificar la arremetida militar que los criollos llamaron; guerra entre “civilización y barbarie”, que convirtieron al agredido en agresor.

Todo en nombre de la civilización. Porque aquella turba miserable es el botín de la última batida en la frontera.

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Fuente: Taringa!

 

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