Carta abierta al Congreso Chileno, por un Chile multicultural

Es peor que el diluvio

Bilbao, 6 de julio de 1999.

Estoy sola, pero puedo vivir así. Quién sabe, voy a empezar a soñar otra vez con las cosas de mi raza y a cantar como antes. Desde que estoy casada con Raín, ya no puedo cantar ni soñar. Me junté con él y se terminó todo.

Una noche, en Bayly, soñé que un cachalote arrastraba a una ballena muerta hasta la playa. A la mañana siguiente, Milicic partió a cazar pájaros y yo me quedé en la costa, cerca del rancho. Casi no lo podía creer. Un cachalote se fue acercando, acercando, hasta que tiró a tierra una ballena negra, de esas que no tienen mucho aceite, pero si unas barbas largas que sirven para hacer canoítas. ¡Qué fuerza tuvo para empujarla!.

Otra noche, cuando acampábamos en la estancia de Carlos Martínez, soñé que yo cantaba y los cachalotes también. Me desperté y no pude aguantarme. Tuve que llorar. Bertín, el hechicero, estaba con nosotros en el mismo rancho y se asustó. "Usted es una hechicera cachalote", me dijo. Esa misma tarde nos hizo juntar para cantar. Me pasaba algo de su mano y yo tenía que hacer como que lo agarraba, pero no tenía nada. Después tuve que frotármelo en el pecho. De repente dijo:

¡Yaaruum kaskáta anan! ¡Ahora viene una canoa!

Pero no era una canoa. Nosotros ya sabíamos. Él había visto que se acercaban cachalotes, y no podía decir "ashoula", porque es muy malo nombrarlos. Siempre les tuve miedo. ¡No quería ni mirar sus cuerpos llenos de rayas!. A veces los veíamos con Raín, nadando cerca de la chalupa; pero él no entendía el susto que a mí me daba, porque no conocía mis costumbres. Ahora no tengo con quién conversar de nuestras cosas. Los paisanos de Ukika no quieren saber nada con su raza. Son descendientes de yaganes, pero ya perdieron su sangre. Muy pocos hablan su idioma y nosotros lo vamos olvidando.

Se perdieron los antiguos nombres que los yaganes dieron a cada parte del mar y de la tierra en su territorio. No hubo respeto. Nadie preguntó. Los pocos que quedaron están mal dichos, pero no quieren escucharnos. Al Yakashaka, nuestro canal, le pusieron Yagashaga, porque a alguien se le ocurrió escribirlo así.

Yo no sé leer, porque ya no había escuela en la misión y no me enseñaron. Ahora todos los muchachos que están en Ukika van al colegio; pero no trabajan en ninguna cosa y ni siquiera saben picar la tierra y sembrar papas, lechugas, nabos o repollos para cambiarlos por otros alimentos. ¡Eramos tan ricos y ahora somos tan pobres!.

Cuando mi pueblo se mezclaba con los alacalufes, nada pasaba. Hablaban distinta lengua, pero tenían el mismo espíritu. También se casaron yaganes con onas, aunque siempre los antiguos les tuvieron miedo porque eran más guerreros. Después vinieron los cristianos y las mujeres prefirieron casarse con ellos. Pero sus hijos no quisieron hablar más la palabra de su tierra.

Hoy, los yaganes puros que van quedando son las hermanas Ursula y Cristina y Raúl Yagán, que anda de marino quién sabe dónde. No habrá otros pueblos: Ukika será el último. Es peor que el diluvio, cuando todo se inundó y sólo se veían algunos montes de Hoste y Navarino. Los veteranos siempre hablaban del "ushi yarrco". Ushi quiere decir tierra y yarrco quiere decir mar; o sea, que el mar entró en la tierra.

Era el tiempo de los más antiguos. Así como los cristianos hablan de Jesucristo, nosotros, los yaganes, recordamos a nuestros "wátuwa". El sol era un hombre, la luna era un hombre y hasta los pájaros eran humanos; pero después del diluvio se convirtieron en animales, como ya he contado.

- Ah, yo voy a ser wápisa - dijo uno, y se transformó en ballena.

- Yo quiero ser takikáshena - dijo otro, y entonces fue un pajarito chiquitito.

- Y yo voy a ser amma - y se hizo lobo de mar.

Así se llenaron la tierra y el mar y el cielo, como hoy todos los conocemos. Muchos hombres murieron ahogados, pero algunos se salvaron. Y tal como hizo Noé, así hicieron también los indios salvajes: se desparramaron por todas partes y sacaron otra vez sus familias hasta llenar de nuevo el territorio.

Sí, ahora es peor que el diluvio. Los últimos nos estamos muriendo y no podemos volver a sacar nuestras familias ni a llenar nuestra tierra con yaganes.

Del libro de Patricia Stambuk M.

Rosa Yagán, El último Eslabón.


Señores gobernantes de la República de Chile, y chilenos en general y porque no a los extranjeros residentes en Chile,

¡No permitan que otro pueblo, como es el pueblo mapuche, desaparezca, como ya lo han hecho con otros grupos étnicos de Chile!.

Recuerden que el respeto a las diferentes culturas ennoblece y hace grande a un país. El asunto no se trata de asimilar a otras culturas, si no, de convivir con ellas.

Chilenos y chilenas, recuerden que Chile, aparte del acervo cultural de origen occidental, también tienes el acervo de las culturas propias del país. Chile es multiétnico y multicultural se quiera o no, y el negarlo o poner en práctica políticas reduccionistas sólo lleva al empobrecimiento como personas y como país.


Oscar Paillacan Ramírez


En Bilbao, 6 de julio de 1999.

Oscar Paillacan Ramírez
Grupo Awkatun
E-mail: calais@clientes.euskaltel.es (awkatun)

 

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