Historia y poesía mapuche

La censura y la discriminación racial corren a parejas

Por Jaime Valdivieso B. — 14 de Noviembre, 2003

Jaime Valdivieso Bordalí, destacado escritor de la Generación del Cincuenta, se vio obligado a renunciar al comité de redacción de la revista de la Fundación Pablo Neruda porque le fue rechazado un artículo sobre la cultura y literatura mapuche. Este artículo se titula: Historia y poesía mapuche. Lo rechazó Aída Figueroa, ejecutiva de la Fundación Neruda, aunque no integra el comité de redacción. Al ver el nombre de Elicura Chihuailaf, uno de los entrevistados por Valdivieso, exclamó entre expresiones no académicas que no iba a permitir se publicara algo relacionado con quienes le habían quemado el fundo a su hermano. Este es Agustín Figueroa, presidente de la Fundación.

Valdivieso organizó en 1994, junto con el poeta Elicura Chihuilaf, el Primer Encuentro de la Palabra, Zugutrawun, de Escritores Chilenos y Mapuche, en Temuco. Este encuentro reunió a buena parte de los escritores chilenos y a una gran cantidad de poetas y poetisas mapuche (che es un gentilicio plural = gente). Elicura Chihuailaf (De sueños azules y contrasueños), ha sido el primero en traducir al mapudungun a Neruda: con muy buena selección en la antología Todos los cantos. Ti Kom Ul.

Contexto socio cultural.

La historia de la idiosincrasia chilena, las bases sobre las que se construyó su espíritu y carácter, como en todos nuestros países, se remonta a la llegada de los españoles, y en nuestro caso con la del conquistador don Pedro de Valdivia. Fue él quien instituyó, por iniciativa propia y ajena a la voluntad de la Corona, el régimen de la tierra y el sistema social y económico que ha gravitado hasta ahora en la nuestra sociedad chilena. Quien vio este hecho con especial agudeza y acopio de documentación es el historiador agrario norteamericano, Arnold J. Bauer, autor del libro más significativo y esclarecedor sobre los orígenes y desarrollo de la clase terrateniente de Chile, La sociedad rural chilena, desde la Conquista Española hasta nuestros días. Allí observa un hecho esencial para entender la naturaleza de nuestra oligarquía en su relación con el mundo indígena y que, por desgracia, dura hasta hoy: su negativa a reconocer que es parte de la etnia y del espíritu y cultura de los pueblos originarios, especialmente del mapuche.

”A un mes de la fundación de Santiago (12 de Febrero de l541), Valdivia se encontraba dedicado a distribuir la población nativa entre sus seguidores europeos a través de las encomiendas. Al hacerlo, tenía como modelo la organización rural que había conocido de joven: las grandes posesiones señoriales de las órdenes militares en Extremadura. Ello significa que Valdivia no tenía en mente, como lo hacía la Corona, un esquema de asentamiento rural en que las granjas europeas existieran lado a lado de aldeas de indígenas independientes. Más bien, sin duda, ”flotaba ante él una imagen señorial” en que jurídicamente se juntaban las dos principales recompensas de las Indias: los trabajadores nativos estarían subordinados al eminente dominio de un señor poderoso, y residirían dentro de los límites legales de la gran hacienda. Esta meta señorial, de acuerdo a Mario Góngora, estuvo siempre presente en los primeros conquistadores. La persiguió Cortés, por ejemplo, en México; pero sólo en un lugar como Chile, considerablemente alejado de los centros de poder imperial, podía encontrar satisfacción, el deseo de señorío sobre hombres y tierras juntos”. (1)

Este deseo de señorío sobre hombres y tierras marcó no sólo el orden económico social, sino el estilo y el espíritu del señor, del dueño de las haciendas, y posteriormente el de los dueños del país y del poder político, y preparó el terreno, primero del desdén a los indígenas, y luego su voluntad de asimilarse al circuito cultural y étnico europeo para justificar su exacción de tierras y eliminar a los mapuche y legitimar así su pertenencia a la tradición del viejo mundo, especialmente de Alemania, Inglaterra y Francia como consta por la influencia respectivamente en el ejército, en la marina y la cultura literaria a partir de La República. Es sugerente recordar que Rubén Darío conoció la tradición de la poesía francesa, y especialmente el movimiento parnasiano y simbolista, no en París, sino en la casa del hijo del presidente de Chile, el escritor Pedro Balmaceda Toro, durante el mandato de su padre, Don José Manuel Balmaceda, quien más tarde se eliminó de un tiro en la Embajada Argentina para evitar mayores males en la revolución de l891, dirigida por la oligarquía y apoyada por el imperialismo inglés.

Cultura de la resistencia

Data, por lo tanto, desde los primeros siglos de la Conquista la resistencia mapuche, no sólo con las armas sino con la pertinacia y continuidad de su cultura, a pesar de las luchas permanentes para defender sus tierras y sus tradiciones, hasta culminar en el siglo pasado, en l883, con un verdadero genocidio llamado eufemística y sarcásticamente “pacificación de la araucancía”.

El poeta, Elicura Chihuailaf, nos habla sobre lo ocurrido a partir de la llamada pacificación:

“Es un historia reciente, poco más de cien años. El Estado chileno se consolidaba a sangre y fuego, violentamente irrumpiendo en los sueños de nuestra gente.

Mi abuelo, cacique de Quechurewe, fue un desaparecido al que lloraron sus mujeres y sus hijos, pues -me ha contado mi padre- fue llevado junto con otros hombres, para ser asesinado si no llegaba a un acuerdo de venta “voluntaria” de sus tierras. Era la llegada de los colonizadores chilenos y europeos. Mi abuelo conocedor de las montañas y de los ríos, escapó -en el trayecto- de sus captores. Eran los avances, me dice, de lo que se conocería después como Concesión Silva Rivas o Llaima, a principios del siglo pasado.

Después igual las tierras se achicaron y de la noche a la mañana comenzaron a llamarse fundos, haciendas, hijuelas -según el poderío económico y/o bandolerismo del usurpador-. Eran los penúltimos “encaminamientos” y las primeras “corridas de cercos”.

Y más adelante el poeta Chihuailaf, prosigue:

“El tiempo ha pasado y han llegado nuevos conquistadores. Los bosques se van transformando en astillas. Los puertos de palos que quisieron ayer ser puertos de oro (me dicen), consiguen hoy el oro fugaz con la madera llorosa.

Pero hay un principio. Nuestros antepasados han vivido en este territorio desde milenios. Y han transcurrido quinientos años, ¿de qué?

Ha cambiado la historia para nosotros, claro. Los “libros oficiales” dicen que son otros los que la hicieron y la siguen haciendo por nuestros pueblos. Los héroes de esta historia, en un mundo “civilizado” en el que ya no debiera haberlos, son los invasores. Mas Caupolicán empalado, enfrentándolos, representa el suplicio de nuestro pasado que entra ardiendo en nuestros corazones. Lautaro es el futuro que vislumbramos, detrás de la cortina del misterio y del compromiso, y que saldrá como la luz de nuestros ojos.

Nuestro presente está entre ellos. Es por la fuerza de esta continuidad del sueño y del golpe furtivo y a mansalva -espada, arcabuz, lenguaje, evangelización- que hoy nuestra gente lucha por una educación bilingüe e intercultural que haga más expedido el camino hacia la autonomía -es decir, el acceso al poder local, sin exclusiones, en el territorio histórico-. Será el comienzo, ¡por fin!, del respetuoso e imprescindible diálogo desde la especificidad del que los dialogantes avanzarán culturalmente enriquecidos.

Hoy (el Estado) educa a algunos y después les dice: “ya os eduqué y os inculqué los principios de la civilización, he cumplido con mi deber de Protector: idos ahora a trabajar las tres hectáreas que en comunidad os di y no me importa que os caséis con veinte mujeres”, escribió Manuel Manquilef en l916.(2)

Sin embargo, esta cultura oral y siempre acosada, tuvo igualmente desde el comienzo de la Conquista testigos que dieron cuenta de su valor moral y de sus tradiciones espirituales, familiares y cosmogónicas. Su resistencia actuó por lo tanto, primero por refracción a través de conquistadores que los admiraron como fue Don Alonso de Ercilla y Zúñiga en La Araucana, y más tarde el relato El cautiverio feliz, de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, donde refiere su estadía como cautivo de los mapuche en el siglo XVII, y da cuenta cariñosa y admirativamente de las costumbres de sus enemigos captores. No en vano, el mismo Neruda apasionado admirador de los mapuche, se refirió a Ercilla como el inventor de Chile:

«Aves y plantas, aguas y pájaros, costumbres y ceremonias, idiomas y cabelleras, flechas y fragancias, nieve y mareas que nos pertenecen, todo esto tuvo nombre por fin en La Araucana y por razón del verbo(subrayado de J.V.) comenzó vivir. Y esto que recibimos como un legado sonoro era nuestra existencia que debíamos preservar y defender».

La tradición oral

La tradición oral, “el arte de la palabra” mapuche se pierde en el tiempo, como lo demuestran las múltiples formas de los relatos y canciones, y se extiende hasta ahora. Esta tradición oral es una de las formas en que el ethos del pueblo se va trasmitiendo de generación en generación. Mitos y ritos, cuentos, poesía, relatos verídicos y fantásticos confluyen para constituir un modo de expresar la diferencia. La capacidad de oratoria, de “hablar bien” es un rasgo muy valorado entre los mapuche y este “hablar bien” (ser un weupin), significa conservar la “lengua de la tierra” (el mapuzungun) y con ella los contenidos que determinan una cosmovisión, una manera de entender el mundo, las cosas y las relaciones entre ellas.(3)

Junto a la tradición oral, desde comienzos del siglo pasado se ha desarrollado una escritura mapuche, que en este momento constituye un movimiento de poetas que combinan formas de la oralidad ancestral con expresiones literarias de la cultura occidental.

El pueblo mapuche ha tenido que desarrollar diversas estrategias en su desenvolvimiento cultural, una de ellas es la emergencia de distintas organizaciones a partir de l910, las que tienen por objetivo, un trabajo reivindicativo tanto en el ámbito político, social, cultural y educacional, todo esto dentro de un planteamiento de defensa de los intereses mapuche. Un ejemplo de este trabajo fue el llevado a cabo por la Sociedad Caupolicán, defensora de la Araucanía. La idea central de esta organización era lograr la igualdad entre Mapuche y Huinca, mediante la educación. Los mapuche deberían ser educados y tener los mismos derechos que los no mapuche, así el aprender a hablar y escribir el castellano fue de gran importancia, utilizado para defenderse contra los abusos y los engaños. De esta manera ...”hay una estrecha relación entre recuperación de elementos culturales propios y superación del estado de postergación social y económica, lo cual otorga un valor fundamental al hecho educativo como instrumento de redención”(4)

El paso de la oralidad a la escritura ha sido un recurso por parte de los autores mapuche, una forma de fijar en el papel testimonios que resultan vitales al momento de pensar la reconstrucción como pueblo, sin olvidar las múltiples riquezas que poseen los relatos orales, llenos de emoción y sentimientos. Sobre todo en aquellas canciones y epeu tradicionales que fueron las primeras recopilaciones que escribieron y que darán paso a su poesía. En el caso de la ésta, las creaciones que originalmente eran cantadas empezaron a ser escritas(5).

Los precursores

Los primeros autores mapuche que incursionaron en la poesía son: Guillermo Igayman, Antonio Painemal, Anselmo Quilaqueo. A.T Antillanca y Teodoberto Neculmán. Estos primeros escritos ya demuestran el tono de conciencia y defensa de un pasado glorioso y dan cuenta de la nueva situación de opresión y despojo que han debido enfrentar. Se percibe además el contraste entre un pueblo que logró por las fuerza una cierta autonomía, poseedor de un territorio, en contraste con la situación de un pueblo sujeto a la dominación del Estado chileno a partir de la República. Así el caso de Teodoberto Neculmán:

Vamos diciendo Galvarino
En distintos tonos de voces
Necesitamos sólo revelarnos
Frente a nuestros adversarios.(6)

Igualmente Guillermo Igayman en su poema “Alma de Arauco”, exalta el pasado y advierte su alma guerrera Dormida:

Sigue¡oh alma araucana!
Como antigua leyenda en nuestra tierra
Pues tu eres lucero de la mañana
Y la diosa dormida de la guerra(7)

Antonio Painemal en “Viejo Arauco” continúa este espíritu de los antiguos guerreros:

Te vengaste del castigo que tuviste
Y es por eso que tu nombre se levanta
Recordando la tragedia que ocultaste
Tu campo, ay Arauco, hoy te canta.

En el espejo del Bío-Bío
Donde juraste defenderte hasta morir
Donde luchaste con ímpetu bravío
Hoy a tu raza vemos sonreír.

Viejo Arauco al verte ahora
Siento en mi pecho un latido
Tú, viejo pueblo, nos recuerdas
Que jamás fuiste vencido.(8)

Pero en la medida que avanzamos hacia la poesía más actual, vemos que de una u otra manera igualmente se manifiesta una determinada resistencia: ya por el sólo hecho de expresar una tristeza y melancolía por un mundo que se ha perdido, y que por el sólo hecho de describirlo, se le concede un valor ético y espiritual, o bien es la rebeldía en contra de la injusticia de una sociedad y un Estado que les ha arrebatado sus tierras y sus bosques y ha pretendido hacerlos desaparecer como etnia y como cultura.

Pero como acontece siempre en la historia, a una determinada toma de conciencia y manejo de la escritura, de los mecanismos conceptuales y lógicos del discurso del opresor, corresponde igualmente una actitud más decidida y rebelde respecto a la recuperación de las tierras y a la necesidad de un estatus político y social que signifique la recuperación de su lengua y su cultura. Es lo que está sucediendo en estos momentos en Chile: cuando la vida no vale la pena vivirla, sí vale la pena morir por conseguir que valga la pena. Junto a una poesía cuyo contenido se manifiesta en algunos ligada a un alto nivel estético, y a un discurso político y cultural de un claro grado de conceptualización y rigurosa estructura de pensamiento, ese es el momento en que un pueblo exige un cambio en las relaciones con el Estado que lo ha mantenido durante un largo tiempo en una situación de intolerable injusticia.

Poesía actual.

Veamos ahora el caso de poetas cuya protesta se manifiesta al nivel de la tristeza y añoranza de un mundo que se fue: la pérdida de la tierra y de la convivencia trascendente con la naturaleza, en un lenguaje más ambiguo, simbólico y mítico, con un mayor acento en lo lírico y subjetivo reflejo de una mayor conciencia en la palabra poética y sus pulsaciones rítmicas y sonoras.

Cuando ha desaparecido alguna costumbre
Queda como un vacío.
Es como si el fuego hubiera hecho su obra
Destructora.
Antes en mi tierra los mayores se juntaban a
Conversar y parlamentar
Ahora ya no hay nada de eso.
Es triste así la vida en mi tierra
Y no veo nada que me llame la atención.
Sólo dos zorzales que lloran amargamente:
Porque sienten pena.
Julián Hueitra

Por todas las tierras pasé
Pasé, compañero.
No conozco las tierras:
Montenegro se llama el lugar, pasé,
Sauce Blanco se llama.
Chol Chol se llama.
En el vigor de mi corazón
Vine a descansar.
En la tierra de los manzanos.
Volví a parar
A esta tierra:
Compañero, compañero,
Por todas las tierras pasé.
Pascual Painemilla

La Loika.
¿Por qué canta la loika?
Si le han cortado el árbol
Donde solía cantar,
Tendrá que buscar uno nuevo
Cantando se va.
¿Por qué canta la loika?
Si le han robado la tierra
Donde iba a anidar
Tendrá que buscar tierras nuevas
Cantando se va.
¿por qué canta la loica?
Si no le dejan migajas
Para comer
Porque el fruto de sus bosques
Se lo robaron en un amanecer
La loika canta por no comer
¿Loika, por qué cantas,
sólo por trinar?
-Canto por mi árbol, migajas, tierras,
por lo que fue mío ayer.
-Canto por la pena de perderlo...
y porque loikas
un día se perderán.
Graciela Huinao

Mensajero.

Vengo llegando en este día
A recoger la palabra estancada en tu garganta
Iré entonces me dije,
A recoger mi mensaje
Por eso me bajé del caballo
Cerca de las llamas de tu fogón
Porque quiero recoger tu aliento
Porque los hombres hablamos
Esta es mi palabra
Que está amontonada en mi boca
Busca pues tu parecer
Tienes todo este día
Nos entenderemos
Miraremos cómo los años
Van dando vueltas por la tierra
Ese es pues mi parecer.(9)
Leoniel Lienlaf

A las anteriores habría que agregar a Jaime Huenún que se mueve en dos concepciones culturales y lingüísticas distintas y paralelas: el mundo y espíritu mapuche y el chileno, y practica un ejercicio estético verbal con influencia vallejiana como se nota en el siguiente poema escrito en castellano pero a la vez ligado a una visión mapuche:


Mesmamente los mugrones
Huincas entierráronse amantes e las aguas
Cholas abrieron sus vertientes
Alumbrando, a sorbos,
Nombrándose, a solas e diciéndose: aguas
Buenas, aguas lindas, hay pero violadas
Somos aguas Rahue, plorosas
Pilmaiquén, floridas e parteras e aun felices.
Las arroyos que atraviesan como liebres
Los montes e los cerros.

—Y finalmente el poeta que ha hecho de la cosmovisión

Mapuche y de los valores de sus antepesados y de sus dioses el principal material de su creación, trasmitiendo sin pretensiones didácticas o panfletarias la belleza de una concepción del mundo y de una convivencia social y familiar asentada en el poder del espíritu, y en un diálogo permanente con la naturaleza: me refiero a Elicura Chihuailaf Nahuelpán conocido como el representante más genuino de un intelectual mapuche que se ha dado a la tarea de trasmitir en el pensamiento, y fundamentalmente en la poesía, los valores de un pueblo desdeñado y desconocido en un país que aún no asume plenamente el rico legado de una cultura, no sólo de grandes guerreros en el pasado, sino poseedor de una sabiduría que para los pocos que la conocemos, constituye un orgullo y una fuente continua de reflexión ante un mundo donde la competencia, la insolidaridad y la enajenación de la naturaleza van envenenando día a día el alma de los hombres. Veamos algunos ejemplos de su poesía:

El silencio de los bosques.
Mi padre y yo solemos charlar hasta
La madrugada
Bebiendo el vino de la pena y la esperanza
¿Alguien puede evitar el otoño del oeste?
Me dice
Los ríos van perdiendo su profundidad
El caudal de la sabiduría
Y comienzan a añorar el silencio
De sus bosques
Nosotros pensamos en el hijo, el hermano
Aun en el exilio
Hablamos de luchar, mientras los zorros
Cruzan gritando nuestros campos

Mi padre y yo envejecidos
Ahora nos miramos entre lágrimas.

Nada de mi quedará en esta tierra.
Nada de mi quedará en esta Tierra, me digo
En su aire, sólo mi conversación con la luna
En sus aguas una flor: la levedad de la memoria.(10)

Hemos querido trasmitir en este escrito, el sentido de la escritura poética de una tradición afincada muchos siglos en la oralidad, y que con el cambio de los tiempos se ha transformado en un instrumento de trasmisión del pasado y a la vez un arma de combate contra la injusticia y el olvido.

Notas.
1.-Bauer, J. Arnold: La sociedad rural chilena. Desde la Conquista Española a nuestros días. Ed. Andrés Bello. 1994. Santiago. Chile.
2.-Chihuailaf, Elicura. Revista “Simpson Siete”. Revista de la Sociedad de Escritores de Chile. Segundo semestre 1992.
3.-Sonia Montecino. Simpson siete. Segundo semestre l992.
4.-Ariel Antillana, Clorinda Cuminao, César Loncón. Escritos mapuche. 1910-l999. Lom Ediciones. 1999. Santiago, Chile.
5.-Escritos mapuche.
6.-Opus cit.
7.-Opus cit.
8.-Opus cit.
9.-Simpson siete.
10.-Simpson siete.

Fuente: http://www.liberacion.press.se/varios/suplementos/mapuche.htm