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POEMA XXXII.

GRITO

Por Julio Campos Ávila

Ya no basta nombrar la aurora de la selva,
Y el estampido del copihue y de las lluvias,
Ni invocar la libertad del puma y del cóndor,
Cuando mancillan la comarca con la sangre,
De la lonko Juana Calfunao Paillalef.

Quiero alzar en las manos ojos de justicia,
Volcar la noche en la ira como mar violento,
Inflamar las lanzas de la vida y sembrarlas,
Cada vez que encarcelan ceñida de muerte
A la lonko Juana Calfunao Paillalef.

Pues, entonces, de qué valen las palabras
Que logremos enarbolar como banderas,
Si lo que pedimos son fogatas que dañen
La ambición, el odio y la desdicha racista,
Si lo que aguardamos es un tributo digno
Para Juana Calfunao Paillalef.

Entonces, no bastan las voces ni los gestos.
Es necesario un grito que surja de la noche,
Un grito que conmueva cada alma humana,
Por encima del color, del ahogo y del coraje.

Un grito con alteraciones y brillos de sangre.
Un grito de tormentas, vaivenes y proclamas
Y que cada hombre comprenda que la tierra
Sustenta espacio para colectivas esperanzas.




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